quinta-feira, 27 de janeiro de 2011

¿Querés fruta, Julio?

Me voy enseguida, y como dice Julio, uno se va caminando como Jano con una cabeza decapitada – la que mira hacia adelante cuando uno ya es pelado con un poco de pelo indolente en los costados, algo payaso algo del pibe despeinado – y va porque hay que seguir buscando un norte. Me pregunto si alguna vez uno fue Jano pleno con sus dos cabezas o si al menos una sola cabeza bien puesta al medio o si no para qué tantas cabezas, más valdría un buen corazón. ¿Y por qué tanto con lo del corazón? ¿Por qué justo el corazón, no un riñón, el hígado, el apéndice (tampoco sirve de nada y a veces a uno se lo sacan) o los pies, que al final son ellos que nos llevan mire adónde mire el pobre Jano? Y cuándo miraba hacia adelante la cabeza, ¿qué veía sino su propia nuca? ¿No será que se equivocaban y lo dibujaban mal? Pienso que sí, eran dos cabezas, la de atrás mirando hacia delante y la de adelante hacía atrás, hasta que las dos se cansaban de mirar a sus ojos idénticos y los cerraban para seguir pensando dónde cuernos queda el corazón. De todos modos, así lo dice Julio, y uno terminando de comer con su(s) boca(s) herida(s), antes de levantarse pregunta, por preguntar nomás, ¿querés fruta, Julio? Querrá...

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